Conozcámonos
más allá de lo que podamos saber el uno del otro, que no se quede en lo típico
y aburrido como nuestros gustos, comidas predilectas, música favorita, tendencia
política, religión o equipos deportivos, porque en un comienzo todo es lindo,
pero la realidad, casi siempre, es mucho más difícil.
Quiero que
me conozcas, o que al menos alguna vez me veas con mis ojos manchados de
maquillaje al despertar o con ojeras después de una noche de fiesta, con mi
pelo sin peinar, con mis piernas no tan perfectamente depiladas, con uno o
varios kilos extras en mi cuerpo y con la consecuencia de ello, como lo son mis estrías y celulitis.
Deseo
conocerte con tu barba de días, con tu olor a tabaco, cuando roncas e incluso
el día en que no te duchas. Me gustaría saber cómo eres cuando estás con gente
a la que no soportas y con los que sí quieres estar.
Me gustaría
que me vieras enojada, tirando chuchadas, cuando mi estado de ánimo es el peor
e incluso, ni cuando yo misma me soporto. Cuando mis antojos por un chocolate
hacen que me despierte en la noche para ir a la tienda por uno y también,
cuando supero mi cuota en mojitos o piscolas, provocando que mis mejillas se
pongan coloradas y mi comportamiento sea el más porfiado que hayas visto.
Te quiero
ver en tus peores días, cuando estés enfermo, enojado, con celos o cuando
extrañes a alguien. También me gustaría ver cómo eres cuando estás en una fiesta,
o con los posibles efectos que puedan provocar en ti unas copas de más o un
pito de marihuana.
Conóceme en
esos días en que lo dolores menstruales no me dejan salir de la cama, cuando me
sienta frustrada, con pena o me encuentre fea, porque si me conoces en mis
peores momentos y aun así te sigo gustando, créeme que ya no desearé conocerte,
sino más bien, querré quererte.