jueves, 31 de julio de 2014

HEROÍNAS AL RESCATE DE LOS HOMBRES

    


     Hay un grupo de mujeres que son secas para encontrar a esos hombres problemáticos, y no me refiero a esos weones infieles, mentirosos o golpeadores, sino, aquellos que su vida es un dramón eterno, lleno de conflictos familiares, inestabilidades emocionales o infelices por culpa de una relación anterior, en definitiva, las teleseries de Victoria Ruffo son una alpargata al lado de la historia personal de este tipo de pasteles.

     Este tipo de mujeres, que de verdad tienen ojo de lince para encontrarse con un modelito de éstos, tienen un complejo escondido de madre Teresa de Calcuta, quieren protegerlos y sanarlos para devolverlos nuevamente a la vida, y quizás, en el interior de ellas sueñan con ser las heroínas de una novela romántica, requetecontra jurando de guata que tendrán un “y vivieron felices por siempre”.

     Este tipo de hombres son sumamente peligrosos para el estado emocional femenino, ya que suelen cargar con su mala energía a las amorosas chiquillas consentidoras, pero no porque ellos quieran, sino, porque están tan meados de gato que sus vibras negativas son más fuertes que ellos.

     Lamentablemente los hombres drama suelen utilizar a este tipo de mujeres, ya que les sirven como psicólogas, terapeutas e incluso, pueden ser sus amantes ideales, pero pese a que ellas se sepan el kamasutra al revés y al derecho, es muy posible que ellos una vez renovados, y que vuelvan a sentir esas ganas de vivir, como buenos ave fénix que son, abrirán sus alas y migrarán a otros brazos.

     Pero heroínas al rescate de hombres caídos, no se depriman, ustedes son sumamente necesarias, realmente le hacen un bien a la sociedad, ya que por cada “trabajo” o sujeto rehabilitado de penas y problemas, ustedes consiguen que en un futuro dos personas sean felices; el pastel dramático y la nueva protagonista de su historia.


miércoles, 30 de julio de 2014

VIAJE AL ACOSO PLACENTERO



     Verano, 18:30 horas, me subo al vagón del tren, la verdad es que está repleto, apenas cabe un alfiler. Avanzo hasta al fondo. Tengo 45 minutos de trayecto para llegar a mi destino.

     Esta tarde, en Santiago, hubo alrededor de 34º grados, por lo que llevo puesta una pequeña falda de jeans, una polera de pabilos color rojo y unas sandalias, vestimenta acorde para un día caluroso, pero no para viajar en metro; ¿o sí?

     Voy leyendo la publicidad que está en el vagón, comienzo a sentir el vaivén de alguien que está detrás de mí, por unos segundos omito la situación, pienso que es producto del tren. El roce cada vez es más fuerte y constante, intento voltear para ver qué sucede, quién es, pero me es imposible girar, callo, la verdad es que me excita sentir que un desconocido estuviera tan cerca de mí, es como una fantasía que ha rondado por mi cabeza en el último tiempo.

     Lentamente empiezo a moverme muy suave hacia atrás, quiero seguir sintiendo ese bulto que se restriega en mi trasero, una mano comienza a subir por mi muslo, mientras en mi oído me susurran “shhhh”,  sus dedos siguen escalando por mi cuerpo hasta llegar bajo mi falda; se quedan sobre mi ropa interior. 

     Aquel desconocido da inicio a sus cariños, cierro los ojos y disfruto del placer que esto me provoca. Siento como sus dedos se mueven en forma circular sobre mi ropa, y como ésta, comienza a humedecerse. Ya terminó con los minutos de caricias, ahora mete sus dedos debajo de mi tanga y recorre todos mis recovecos, casi exploto de placer, es impresionante el deleite que me está entregando este anónimo hombre. Me aguanto las ganas de pedirle que continúe con su trabajo manual,  mientras a la vez cargo mi cuerpo hacia atrás y noto como ese bulto va creciendo cada vez más.

     Llegamos a la estación combinación, mucha gente entra al vagón – a la fuerza-, por lo que me pego mucho más a aquel desconocido, -situación perfecta para que él-, lentamente empieza a subir mi pequeña falda, sin dejar de masturbarme, lo hace de una manera en la que ningún otro chico lo había hecho antes.  Su mano separa algunos centímetros mis piernas, me agarra fuerte por las caderas y me introduce su gran pene. Fueron alrededor de tres embestidas completamente placenteras.

     Me dice al oído “aquí me bajo”. Nunca pude ver su rostro.


martes, 22 de julio de 2014

EL EX ETERNO



     Hay un tipo de ex que es casi imposible olvidar, y no porque se te mojen los calzones cada vez que escuchas su nombre o ves una foto de él, sino, porque gran parte de tus cercanos te lo recuerdan constantemente, y lo peor, juran de guata que a pesar del par de años desde el término, tú aún conoces cada uno de sus movimientos.

     Él fue ese pololo de años, conocido por toda tu familia y amigos, el que te acompañó a tu fiesta de graduación, el que conoció a tus compañeros de colegio y universidad, el que llegaba a tu casa y abría el refrigerador sin pedir permiso, ese patúo simpático, gorrero por genética o el que te cagaba porque se sentía solo o aburrido. Pero también, fue ese pelotudo que siempre te hizo reír, y aunque fueron varias, más bien demasiadas, las veces que te hizo rabiar, es imposible odiarlo; pese a que parecías un verdadero alce a su lado.

     Ese mismo weón que dejó de estar a tu lado hace un tiempo más que considerable, pero el que sigue llamando a tus padres para sus cumpleaños, navidad, año nuevo o cualquier celebración familiar. Ese mismo weón que comenta las fotos de tus primos en Facebook con frases como "Saludos primos,  cariños a los tíos". Razón para que varios de la familia lo sigan considerado como parte de ella, aunque tú, ya tengas a varios washitos más sobre el cuerpo.

     Él es ese mismo ex al que eliminaste de cuanta red social te encuentras inscrita. Ese mismo que es odiado por tus amigas más cercanas y amado por tus padres,  tíos y primos. Él es ese mismo saco de pelota que te convencía de que toda mina que lo buscaba era una loca acosadora, ese mismo al que le aguantaste hasta lo imposible. Ese que te convirtió en una verdadera huevona y por el cual lloraste más de cincuenta veces... Ese mismo que te preparaba las mejores tostadas con huevos revueltos y café. 

     Ese mismo weón que hoy tiene una relación estable. Ese mismo que de vez en cuando te manda un correo para saber de ti. Ese mismo que cuando te ve dice extrañarte te invita a salir. Ese mismo al que ahora le dices no.

     Ese mismo por el que siempre todos te preguntan por él.

domingo, 13 de julio de 2014

TODAS SOMOS PERRAS






     Muchas  veces, a más de de una, nos han llamado perras, pero si lo analizamos con detención TODAS en algún momento de nuestras vidas hemos actuado como tal, y no se espanten las más cartuchitas, porque ustedes también, y quizás, sólo tengan un mejor pedigree.

     Sí, todas nos hemos comportado como una, la única diferencia es que la raza adoptada va variando de acuerdo a la situación y a la persona con la que estemos. Un ejemplo de ello es que a veces nos parecemos a unas verdaderas poodles, y no me refiero a que andemos con un pompón en el culo, sino, que en ocasiones nos comportamos como tal, con esos celos pa’ callao, pero teniendo siempre claro que un escándalo es lo peor que podemos hacer -qué wea más atroz ¿no?- Como hay que ser CASI siempre dignas, sólo marcamos el territorio, sí, los meamos, pero nunca al punto de dejar la poza al lado de nuestros machos, sólo nos conformamos con dejar nuestro olor.

     Existen otras ocasiones -ojalá fueran todas así- en que somos unas verdaderas labradoras, nos volvemos locas cada vez que vemos a un “niño”, y si éste es cariñoso con nosotras nos ponemos de inmediato a jugar; ya sea de día o de noche.

     Hay un tipo de raza que nunca falta, y no lo niegue porque sí que las hay, son las perras cocker, son esas weonas lindas con care’ cuica pero que con cuea son clase media, siempre se las dan de más y buscan subir de rango social, generalmente lo logran gracias a su aspecto bonito. Es común verlas rodeadas de perros más finos que ellas. No cualquier mujer tiene alma de cocker, y no toda puede convertirse en una. 

     Existen ocasiones en que podemos convertimos en unas rotweiller, demostrando abiertamente nuestros celos, logrando ser escandalosas e incluso, si es necesario, somos capaces de mostrar los dientes, y si la situación así lo amerita no hay limitante alguno para  mandarnos un Luis Suárez y lanzar directamente la mordida. Marcamos tanto el terreno que no dejamos que nadie se acerque a nuestro macho; porque ese perro es nuestro; y a él se le cuida.

    También están las pittbull, son aquellas fuertes y atléticas,  poco románticas y generalmente parecen más las amigas que las pololas, suelen tratar a sus machimbres de “wena perrito”. Así como ellas, igual existe su lado opuesto, las femeninas, delicadas y las que gran parte del día están preocupadas por la facha, antes muerta que sencilla es su lema. Les gusta estar casi siempre al lado de sus perros, y si por ellas fuera, ojalá siempre bien pegados; éstas son las yorkshire.

    Pero hay una que no puede faltar y esa es la perra quiltra, es la fiel, la compañera, la que literalmente aperra en todas con su macho, está en las buenas y en las malas, va de paseo con él tanto a La Dehesa como abajo del río Mapocho.  Ella no tiene problema alguno en follar donde sea, e incluso, es capaz de pelar los tomates por él, eso sí, sólo lo hace por su perro. Esta perrita que llevamos dentro sólo aparece cuando encontramos al hombre que nos provoca ese todo inexplicable. Esta perra sólo florece cuando nos enamoramos. 

Faqmen