Muchas veces, a más de de una, nos han llamado perras, pero si lo analizamos con
detención TODAS en algún momento de nuestras vidas hemos actuado como
tal, y no se espanten las más cartuchitas, porque ustedes también, y quizás, sólo tengan un mejor pedigree.
Sí,
todas nos hemos comportado como una, la única diferencia es que la raza
adoptada va variando de acuerdo a la situación y a la persona con la que
estemos. Un ejemplo de ello es que a veces nos parecemos a unas verdaderas
poodles, y no me refiero a que andemos con un pompón en el culo, sino, que en
ocasiones nos comportamos como tal, con esos celos pa’ callao, pero teniendo
siempre claro que un escándalo es lo peor que podemos hacer -qué wea más
atroz ¿no?- Como hay que ser CASI siempre
dignas, sólo marcamos el territorio, sí, los meamos, pero nunca al punto de dejar
la poza al lado de nuestros machos, sólo nos conformamos con dejar nuestro olor.
Existen
otras ocasiones -ojalá fueran todas así- en que somos unas verdaderas
labradoras, nos volvemos locas cada vez que vemos a un “niño”, y si éste es
cariñoso con nosotras nos ponemos de inmediato a jugar; ya sea de día o de noche.
Hay un
tipo de raza que nunca falta, y no lo niegue porque sí que las hay, son las
perras cocker, son esas weonas lindas con care’ cuica pero que con cuea son
clase media, siempre se las dan de más y buscan subir de rango social,
generalmente lo logran gracias a su aspecto bonito. Es común verlas rodeadas de perros más finos que ellas.
No cualquier mujer tiene alma de cocker, y no toda puede convertirse en una.
Existen
ocasiones en que podemos convertimos en unas rotweiller, demostrando
abiertamente nuestros celos, logrando ser escandalosas e incluso, si es
necesario, somos capaces de mostrar los dientes, y si la situación así lo
amerita no hay limitante alguno para
mandarnos un Luis Suárez y lanzar directamente la mordida. Marcamos
tanto el terreno que no dejamos que nadie se acerque a nuestro macho; porque
ese perro es nuestro; y a él se le cuida.
También
están las pittbull, son aquellas fuertes y atléticas, poco románticas y generalmente parecen más las
amigas que las pololas, suelen tratar a sus machimbres de “wena perrito”. Así como ellas, igual existe su lado opuesto, las femeninas, delicadas y las que gran parte del día
están preocupadas por la facha, antes muerta que sencilla es su lema. Les gusta estar casi siempre al lado de sus perros, y si por ellas fuera, ojalá siempre bien pegados; éstas son
las yorkshire.
Pero hay
una que no puede faltar y esa es la perra quiltra, es la fiel, la compañera, la
que literalmente aperra en todas con su macho, está en las buenas y en las malas, va de paseo con él tanto a La Dehesa como abajo del río Mapocho. Ella no tiene problema alguno en follar donde
sea, e incluso, es capaz de pelar los tomates por él, eso sí, sólo lo hace por
su perro. Esta perrita que llevamos dentro sólo aparece cuando encontramos al
hombre que nos provoca ese todo inexplicable. Esta perra sólo florece cuando nos enamoramos.
Faqmen
Faqmen
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