miércoles, 30 de julio de 2014

VIAJE AL ACOSO PLACENTERO



     Verano, 18:30 horas, me subo al vagón del tren, la verdad es que está repleto, apenas cabe un alfiler. Avanzo hasta al fondo. Tengo 45 minutos de trayecto para llegar a mi destino.

     Esta tarde, en Santiago, hubo alrededor de 34º grados, por lo que llevo puesta una pequeña falda de jeans, una polera de pabilos color rojo y unas sandalias, vestimenta acorde para un día caluroso, pero no para viajar en metro; ¿o sí?

     Voy leyendo la publicidad que está en el vagón, comienzo a sentir el vaivén de alguien que está detrás de mí, por unos segundos omito la situación, pienso que es producto del tren. El roce cada vez es más fuerte y constante, intento voltear para ver qué sucede, quién es, pero me es imposible girar, callo, la verdad es que me excita sentir que un desconocido estuviera tan cerca de mí, es como una fantasía que ha rondado por mi cabeza en el último tiempo.

     Lentamente empiezo a moverme muy suave hacia atrás, quiero seguir sintiendo ese bulto que se restriega en mi trasero, una mano comienza a subir por mi muslo, mientras en mi oído me susurran “shhhh”,  sus dedos siguen escalando por mi cuerpo hasta llegar bajo mi falda; se quedan sobre mi ropa interior. 

     Aquel desconocido da inicio a sus cariños, cierro los ojos y disfruto del placer que esto me provoca. Siento como sus dedos se mueven en forma circular sobre mi ropa, y como ésta, comienza a humedecerse. Ya terminó con los minutos de caricias, ahora mete sus dedos debajo de mi tanga y recorre todos mis recovecos, casi exploto de placer, es impresionante el deleite que me está entregando este anónimo hombre. Me aguanto las ganas de pedirle que continúe con su trabajo manual,  mientras a la vez cargo mi cuerpo hacia atrás y noto como ese bulto va creciendo cada vez más.

     Llegamos a la estación combinación, mucha gente entra al vagón – a la fuerza-, por lo que me pego mucho más a aquel desconocido, -situación perfecta para que él-, lentamente empieza a subir mi pequeña falda, sin dejar de masturbarme, lo hace de una manera en la que ningún otro chico lo había hecho antes.  Su mano separa algunos centímetros mis piernas, me agarra fuerte por las caderas y me introduce su gran pene. Fueron alrededor de tres embestidas completamente placenteras.

     Me dice al oído “aquí me bajo”. Nunca pude ver su rostro.


No hay comentarios:

Publicar un comentario